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Fulgencio Pimentel; cuatro cómics dispares



Fulgencio Pimentel es una editorial de catálogo pequeño, pero con cómics de todo tipo. Tienen cómics que hacen daño, llenos de dolor y rabia en cada página; tienen cómics violentos y llenos de odio; tienen cómics que sorprenden con cada página, para bien o para mal; y también tienen cómics que hacen a uno cuestionar las decisiones que ha tomado para que haya llegado ese tomo a estar entre sus manos.


 

Tras leerme su colección del artista italiano Andrea Pazienza (mi actual favorito), decidí probar cómics de todo tipo. A continuación, los cuatro que he leído hasta ahora:



MVSEVM de Javier Sáez Castán y Manuel Marsol.



Mas que un cómic una sucesión de ilustraciones, MVSEVM comienza como una visita casual a un pequeño museo campestre pero evoluciona hasta una surrealista aventura llena de elementos fantásticos.



La extraña historia ideada por Sáez Castán e ilustrada por Marsol me recuerda, en cuanto a su estética y uso del color, a la obra del artista estadounidense Andy Warhol (el de las latas de tomate), sobre todo al principio de la misma, cuando la realidad todavía no se ha tornado fantasía.




Por lo general, este relato mudo de apenas cincuenta páginas merece la pena por el arte de Manuel Marsol y la estética general del cómic, ya que la historia no puedo decir que me impresionara demasiado.


 

Rosie en la Jungla de Nathan Cowdry.



Este cómic es una burrada. Dibujado con un estilo atractivo y narrado por un perro bastante «cute» pero con personajes que dicen y cometen auténticas locuras de la nada, da lugar a un contraste entre arte y narrativa que difícil de ignorar.



Parándose a examinarlo más detenidamente, cabe destacar que no es un cómic especialmente violento, ni tampoco demasiado sexual, si bien ambos elementos resultan chocantes para el lector desconocedor de la obra del autor. Uno no se espera (por lo menos al principio) que Rosie, «la niña más preciosa que haya visto jamás», le diga a Denton (el perro) que debería considerar una reasignación de género porque se comporta «como una nenaza de mierda». Y, aunque ya te lo hayas leído, aunque sepas lo que te espera, es casi imposible superar el shock que supone la antítesis entre el dibujo y la palabra.





La trama no es lo más importante, existe para dar lugar a escenas violentas, sexuales o, incluso, de «slice-of-life», aunque este día a día sea uno de drogas, bragas racistas y un pobre perro mula trastornado. De hecho, esta obra podría clasificarse dentro género del realismo mágico, ya que combina elementos ficticios (como lo puede ser un can parlante) con un mundo de lo más mundano. Para los lectores que ya conozcan un poco el mundillo, sigue una estética similar a la obra del australiano Simón Hanselmann (Megg, Mogg y Búho), si bien los dibujos del segundo se aproximan más al cómic indie post años noventa.


También es importante añadir que, aunque la intención de la narrativa sea la creación de escenas que permitan la manifestación del ya famoso contraste, uno termina por cogerle cariño a los personajes (por lo menos a Denton y Rosie). Si bien no son grandes personas, ni mucho menos moralmente buenas, son tan esencialmente humanos, con sus problemas estúpidos provocados por sí mismos, que es difícil no sentir con y por ellos.



En cuanto al final, tengo que decir que me costó bastante asimilarlo. Cuando lo hice, volví a leer el cómic.


 

Pulir de Nacho García.



Más que un cómic una colección de páginas sin conexión alguna, da la sensación que se está riendo del lector por haber comprado semejante trozo de árbol procesado mientras, simultáneamente, lo obsequia con multitud de páginas que demuestran que el autor tiene (por lo menos) un rango artístico difícil de igualar.



Sinceramente no sé que decir. Son doscientas páginas de dibujos usando multitud de estilos y colores, a veces acompañados de texto, pero normalmente no. Por eso dejaré que el arte hable por mí, así que disfrutad de las imágenes siguientes, que no cubren ni mucho menos, la ingente variedad artística que lo compone.






Está claro que no es un tebeo para todo el mundo, de hecho, no estoy seguro de que sea para mí esa mezcla surrealista de colores que mancha las páginas, que no tiene sentido o mensaje alguno, pero que impresiona. Eso es innegable.


 

Días más largos que longanizas de Gabriel Corbera.



Qué mejor cómic para concluir esta pasarela de obras dispares que una parodia de los juegos de rol, un cómic que sigue a dos personajes vacíos mientras deambulan por un mundo que no tiene sentido, pero que, a la vez, peca de estar preparado y no ser realista.




Los protagonistas, dos tipos mazados, se mueven por una especie de castillo del que no consiguen salir. Rompen puertas, cruzan fosas, se encuentran cadáveres con poesía y se enfrentan a los temibles «Arcaicos». De tono onírico, se ve complementado por el estilo artístico de Corbera (de influencia japonesa y «pulp») que añade fuerza a las acciones incoherentes de los personajes.





Extraño y absurdo de principio a fin, DMLQL es, sin lugar a dudas, uno de los cómics más originales que leído.


 

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